22 d’abril del 2013

Capítulo ciento veinticinco: Carta abierta a Julián Busca

Julián Busca, tesoro,

Te escribo ésta carta aún sabiendo que lo más probable es que no llegues a leerla nunca; es triste que en un mundo tan comunicado cómo éste sea tan complicado hacer llegar una opinión y, todavía más, conseguir que se comprenda. Pero no pierdo nada por intentarlo y, además, ahora mismo necesito sacarme el tema de encima y explicarme (y quiero decir exactamente explicarme, no justificarme). Para que puedas entenderme bien la escribiré en castellano, cosa que tampoco me supone ningún esfuerzo adicional, ya que el castellano es mi lengua materna y el catalán la lengua que empecé a aprender en la escuela, sin que eso me haya supuesto ningún problema ni ningún defecto adicional a los que ya pudiera tener cuando nací: los niños, al contrario que la mayoría de adultos, son muy listos.

Mis abuelos son españoles, de Murcia y Extremadura; se fueron de su tierra buscando un lugar mejor para vivir y llegaron aquí. Entendieron, como tantos otros, que el proceso de adaptación pasaba por aprender la lengua del lugar al que habían llegado. Digo aprenderla, no adoptarla: tengo unos abuelos a los que les gustan los toros y las revistas del corazón que hablan de monarquías de países que ni siquiera conocen, que los sábados por la tarde miraban Cine de Barrio y escuchaban Joselito, Roberto Carlos y La Trinca, que se reúnen con sus muchísimos hermanos y amigos cuando pueden en el huerto y comen hasta reventar, que han decido apuntarse a los autobuses de la Imserso y que no entienden la mitad de lo que pone en las facturas que reciben porque apenas saben leer. Unos abuelos que se podrían confundir con todos los abuelos del mundo, supongo, pero que además de todo eso han aprendido el catalán; y es un catalán a veces macarrónico, de acuerdo, lleno de judías que son munchetas y de naranjas que son taronchas, pero hicieron el esfuerzo y, sólo por eso (sumado al hecho de ser mis abuelos, claro está), se merecen todo mi respeto.

La generación posterior, la de mis padres, vivió sus primeros años de escuela durante el franquismo, y no es necesario explicar qué pasó durante ésa época, porque cualquier enciclopedia lo explicará con muchísima más exactitud y detalle que yo y porque, básicamente, si no tienes ya una ligera idea no es necesario que sigas leyendo: te puedo decir desde ya que no nos entenderemos. Sigo, pues, y pasando por alto el franquismo, el postfranquismo, las ideologías políticas y el querer vivir en armonía con la tierra que habitaban, te resumo que mis padres tienen un nivel de catalán alto, similar al de cualquier persona de su generación con un mínimo interés por las cosas y una mente ligeramente abierta.

Mi hermana y yo hemos estado criadas prácticamente exclusivamente en castellano, y estamos vivas, bien y sin haber tenido nunca ningún problema por ello. Aprendimos el catalán en la escuela y lo aprendimos bien, porque quien quiere aprender aprende, y no hay más. Durante los primeros días de parvulario de mi hermana mi madre le hablaba en catalán para que fuera cogiendo práctica, hasta que mi hermana se hartó y le soltó que el català l’ensenya la senyoreta y la mama nos habla en castellano; punto y final, creo que ésa debe haber sido la única discusión sobre la lengua que hemos tenido. Si en mi casa nuestro padre nos pedía que le preguntáramos la hora a nuestra madre y ella nos contestaba que eran las cinco y media, nosotras correteábamos de vuelta para decirle que eren dos quarts de sis; era automático. Por mi parte, recuerdo un día que debía haber oído cualquier cosa y estaba muy nerviosa, pasando el dedo sin parar por las juntas de las baldosas blancas de la cocina y preguntándole a mi madre si Catalunya tenía que ser un país independiente; ella, que estaba lavando los platos en la pica, se giró muy lentamente y me dijo muy tranquila que eso tenía que decidirlo yo misma cuando creciera y me hiciera grande.

He crecido, me he hecho grande y he decidido que sí, que Catalunya tiene que ser un país independiente.

La mayoría de mis amigos también lo piensan; la verdad es que, tal y como están las cosas, es cada vez más difícil encontrar a alguien que no lo piense. La mayoría de mis amigos son catalanoparlantes y tienen un nivel más que aceptable de castellano; la verdad es que, tal y como están las cosas, es completamente imposible no saber castellano. La mayoría de mis amigos están en entidades que promueven la cultura de forma incluyente, que se mueven por la adaptación social y que buscan la libertad de los individuos en la sociedad desde la base y desde el respeto; la verdad es que, tal y como están las cosas, creo que si no se vive así vivir merece muy poco la pena.

Julián Busca, hace más de diez años que vives en Catalunya, y la lengua de Catalunya es el catalán, no el chino: no es tan difícil de aprender. El catalán y el castellano son lenguas de origen románico, por lo que la raíz es la misma y, aún siendo lenguas distintas de países distintos, no difieren mucho la una de la otra; te pasará lo mismo con el francés si vas a Francia o con el italiano si vas a Italia, por ejemplo. Lo que está claro es que si se quiere entender se entiende, y por lo visto a ti no te apetece entender. Tú te preocupas porque tus hijas aprendan su lengua materna en un país que para ellas ya no es extranjero; yo me preocupo porque por culpa de gente cómo tú quizá algún día yo misma tendré que enseñarles a mis hijos la lengua de su país para que puedan entenderla.

Filles de Julián Busca, quan creixeu i us feu grans, si us plau, penseu. Ens fa molta falta gent que pensi.

Me falten paraules per explicar què significa per jo.

16 d’abril del 2013

Capítol cent vint-i-quatre: Blancaneus feat. una miqueta de ràbia

Quan la madrastra disfressada de bruixa li va atansar la poma enverinada la Blancaneus no va dubtar ni un segon a agafar-la, perquè ella era així: estúpida fins el punt de no sospitar d'una vella ja de per si sospitosa que es presentava durant l'hora de la migdiada a una caseta secreta d'un bosc perdut per regalar-li una fruita a la que, a més de les referències bíbliques no precisament positives, només li faltava un cartell amb una calavera i llums de neó anunciant el perill imminent. La va fregar contra la tela gastada de la faldilla fins que va aconseguir arrencar un parell de centelleigs de la pell vermella i tibant, perillosa, i hi va clavar una bona mossegada. Lògicament, va caure rodona a terra mig minut després, i si hi atansaves l'orella la podies sentir respirar lenta i feixugament, amb petits roncs, com un porquet.

Els nans van arribar més tard, cap al vespre, carregant entre cada dos un cabàs curull de diamants i altres pedres precioses. Des de mig camí sospitaven que alguna cosa no anava bé perquè no sentien com els venia a buscar pel bosc la flaire del sopar promès que els acaronava com una mà temptadora de fum blanquinós que cantussejava "veniu, veniu"; en arribar a la seva casa, però, la fúria va esdevenir palpable: tenien gana. El Savi va clavar una puntada de peu al braç de la Blancaneus i la mà, que fins llavors li reposava sobre el ventre, va xocar amb el terra amb un cop sord del que ningú va fer cas i el canell va quedar doblegat en un angle estrany. Fins i tot el Mudet, quan es va assegurar que ningú el mirava, es va acostar a la cara de la noia i gairebé nas amb nas li va etzibar, ben fluixet, perquè no el sentissin: 

- No et tornis a ficar al meu llit, gossa.

Agafa'm la mà i juguem al joc de que podríem arreglar-ho tot.



14 d’abril del 2013

Capítol cent vint-i-tres: Cheshire

M'agrada la lluna així, quan fa la cara del gat de Cheshire, i un mig somriure còmplice t'il·lumina el camí quan tornes cap a casa. És com si et digués: goita, eh que bé; setanta-dues hores perfectes seguides. I tu fas que sí amb el cap i apuges una mica més el volum de la música, fins que sona fort i es converteix en una catifa vermella que et va precedint. I mires endavant i somrius, tu també.

Si alcessis el cap, segurament veuries que les estrelles s'han alineat per picar-te l'ullet.




                                                                                          - Aquí tots estem bojos. Jo estic boig. Tu estàs boja.
                                                                                          - Com saps que estic boja?
                                                                                          - Has d'estar-ho, o no hauries vingut aquí.

Recorrerà la teua veu el món.

2 d’abril del 2013

Capítol cent vint-i-dos: Quarts de quatre

Avui, ara, enyoro París. Potser per primera vegada des de que he tornat l'enyoro de debò, amb aquesta intensitat, aquesta tristesa i aquesta ràbia, i també amb aquesta mica d'impotència il·lusa per no tenir les cames prou llargues per tornar a plantar-me allà amb un parell de passes; no sé per què. N'enyoro els carrers de pedra que es convertien en miralls amb la pluja del capvespre. N'enyoro les baranes de ferro colat de cada balcó i les teulades blaves; enyoro mirar amunt i trobar-me-les, allà, estant. N'enyoro els sorolls i les paraules que no entenia. N'enyoro les cafeteries, petitetes, de fusta, plenes de sofàs atapeïts i de soroll de culleretes i del passar pàgines dels diaris, de converses que no m'importaven. N'enyoro les esglésies al migdia, quan estava sola i eren un paradís de colors que ballaven, sense déus i sense tonteries, només amb aquella calma que t'esclafava com un nòrdic de plomes. N'enyoro l'escriure, aquell munt petit de pàgines que vaig omplir de lletres que dubto que mai surtin a la llum però que van ser les que em van ensenyar a tornar a respirar. N'enyoro els "Comment ça va?" i poder dir que ça va très bien, i sentir que per primera vegada en moltíssim temps començava a ser veritat. Ça va très bien, très bien... mieux que jamais. N'enyoro la solitud, l'aïllament voluntari, aquest desentendre's de tot el que semblava que era tant important i que ara veig que no, que o ho és molt poc o gens; la desconnexió. N'enyoro el no estar pendent de la gent, del què faran, del què diran i de totes aquestes merdes que no vull que em tornin a atrapar. N'enyoro la llibertat, l'ara estic aquí perquè jo vull amb qui vull fent el que vull sense fer mal i sense que ningú n'hagi de fer res. N'enyoro les històries i totes les coses que em quedaré per mi, perquè potser sóc una egoista, però i què. N'enyoro la inspiració o aquells rampells de no sé què, de crear, de saber com fer-ho i per on començar, de decidir menjar-me el món amb una càmera i una llibreta.

N'enyoro, més que res, enamorar-me. Alçar els ulls i veure alguna cosa nova, qualsevol tonteria, el que fos, algun detall, algun edifici, alguna persona, i poder-me'l quedar mirant durant una estona i pensar: "Ei, no et conec de res, i segurament no et tornaré a veure en la meva vida, però siguis qui siguis, només per estar aquí, ara, en aquest conjunt, sota el mateix cel, crec que t'estimo". I marxar. I que res no hagués canviat, només jo.



I m'he adonat que sí, que és veritat el que sempre he sospitat, que vaig néixer tard i que alguna part de mi pertany a alguna època anterior a la que m'ha tocat viure. Però ara ja no és que pensi que em hauria hagut de néixer durant els vuitanta, ara és que tinc clar que el meu jo real viu al segle XVIII, i que sóc una romàntica, però de les del Romanticisme. Que hauria d'haver viscut per adorar les tempestes i la nit, les ruïnes i els cementiris silenciosos, la llibertat, la nostàlgia com a forma de vida, l'amor sense sentit ni recolzament. Aquell morir-se per viure.



I tot i així, quan ara i aquí em pregunten els com ha anat i els què tal va tot, mentre responc els molt bé pertinents dins del cap em ressonen els "ça va très bien, mieux que jamais". I és completament cert, i és bonic, i ja no fa mal.

I've got life, I've got my freedom,
I've got the life.

And I'm gonna keep it.